16 de mayo de 2008

Sobre Águilas y otros pájaros

Por Acidonitrix

En el pueblo de Lebrija corre a sus anchas un fantasma, que sólo ven sus habitantes. Nadie más lo ve. Bueno, unos –por los lados de la alcaldía– un día lo niegan y al otro amanecen diciendo que sí existe. Supuestamente llegaron en motos, a plena luz del día, con sus cascos cubriéndoles totalmente el rostro mientras se despachaban tranquilamente regando folletos en los que anuncian su presencia “purificadora”.

La policía, es curioso, niega su existencia. Mandato oficial, claro está, puesto que no existen en Bogotá ni en las poblaciones aledañas. Tampoco se encuentran en Cúcuta, o en la Costa, ni en Antioquia o el Valle, y, ni pensarlo, en el Magdalena Medio o en los Llanos Orientales. Menos en el Área Metropolitana de Bucaramanga, donde una extraña enfermedad aqueja a los “indeseables”, que mueren sistemáticamente de “plumonía”. Pero no existe el fantasma de las Águilas. Y quien diga lo contrario es un traidor a la “patria”. Como lo son los curas mentirosos que alegan que dizque los condenaron a muerte en el Magdalena Medio.

Por lo tanto, oficialmente en Lebrija no hay las tales Águilas Negras. Son invenciones de la gente. Así que pueden regresar tranquilamente a sus casas quienes se encuentran en las listas elaboradas por unos sujetos malandrines o de mal gusto. El gobierno garantiza que no existen. ¡Qué tal que no funcionara la seguridad democrática!

Tampoco existió, y esto se puede decir aún más enfáticamente, una delicada y emblemática dama de Lebrija –tan religiosa y tan cristiana ella– que recorrió algunos establecimientos comerciales recabando las firmas de sus propietarios para pedirle a las supuestas Águilas que hicieran presencia en el municipio. Una vez más lo ratificamos: tampoco existió. Fue otra visión macondiana en este municipio de los afectos del Sagrado Corazón de Jesús, María y José. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que quienes así lo afirman se hallan bajo los efectos devastadores de una traba de Dios padre y señor mío.

Todas las almas piadosas de Lebrija pueden dormir en paz, con sus conciencias tranquilas. Quienes mueran de esas listas serán meras coincidencias. Pero, por si acaso, a acostarse a las nueve de la noche, y a ir sacando los ahorritos para cuando aparezcan algunos benefactores –¿otra vez de la mano de la policía?– solicitando amablemente la “cuota”.

Afirmo, como buen patriota que soy, que en Colombia no existen las Águilas Negras, que no son la continuidad de las AUC, porque éstas se encuentran patrióticamente en la cárcel dedicadas a rezar y a cantarle himnos a la bandera y a la paz. Y sus comandantes, la mayoría, se encuentra en una gira de buena voluntad por los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque, como cristiano católico, romano y apostólico bolombiano que soy, digo lo mismo que el bobo Candelario de la plaza de Berrío, en Medellín: –Eh, Ave María, Padre, yo no creo en las brujas. Pero que las hay, ¡las hay!

Ilustraciones
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