14 de diciembre de 2009

La burocracia de la CDMB y la crisis ambiental en el campo

Por Koestler

El cambio climático es una realidad, que la ven hasta los ciegos. Unos lo sufren y otros viven a expensas del cambio climático. Sí. Aunque suene raro. Veamos por qué.

Para este fenómeno actual juegan muchos factores. La sobre población humana y los requerimientos de producción agrícola, pecuaria e industrial que le acompañan. En especial, la irracional producción propia del sistema capitalista o de economía de mercado. En la que lo principal es la obtención de ganancias y no la satisfacción de las necesidades humanas, hasta el grado de que se prefiere destruir las producciones con tal de garantizar los precios.

Igualmente, el proceso productivo tiene aparejada una gran contaminación del aire, el suelo, las aguas y todos los seres vivientes que existen en la tierra. Incluidos los seres humanos. Nada escapa a la consecuencia perniciosa del sistema productivo.

Por lo pronto, dejemos aquí esta reflexión y pasemos a otro de los aspectos. Por ejemplo, la legislativa. Que es hecha por mujeres y hombres elegidos para tal función, que, en la mayoría de los casos cuentan sólo con una ignorancia enciclopédica para tomar decisiones. Las que muchas veces adoptan movidos por intereses personales, económicos, políticos y hasta religiosos, con un gran desconocimiento de las bases científicas o sociales necesarias para tomar una medida legal que favorecerá o perjudicará a sectores importantes de la población.
Un ejemplo al canto es la norma que regula los cauces de aguas y, ahora, hasta la posibilidad de hacer o no retenciones de agua sobre los cauces o sobre caños secos, o la construcción de jagüeyes para recoger las aguas lluvias. Sí. ¡Hasta para recoger las aguas lluvias! Así se la montan a los campesinos, quienes no pueden dar un paso sin pedir permiso.

Las normas van en contrasentido de la urgencia de la actual realidad. Por ejemplo, el desorden ambiental amenaza con grandes sequías. Con desórdenes en el régimen de lluvias, que aparecen en forma intensa y en poco tiempo. Causan daños como erosiones, inundaciones, destrucción de infraestructura, etc. Y luego, soles y calores intensos, resequedad de ríos, quebradas y caños. Al poco tiempo se afecta todo: población humana, animal y vegetal.

A Noé, los de la CDMB lo hubieran encarcelado...
Pero no todo está perdido. Se puede cumplir con una gran norma: dejar que las aguas lluvias fluyan, y fluyan y fluyan... para gozar de la sequedad ambiental. Y así, las autoridades ambientales, que ahora hasta se han vuelto de policía se pueden frotar las manos con la satisfacción del deber cumplido: dejar que el agua fluya.


Aunque no lo parezca, los campesinos no deberían pedir permisos para construir represas o jagüeyes, sino que deberían estar obligados a hacerlo para compensar socialmente el uso que hacen de las aguas. Bueno, ¡no es para
que los burócratas lo tomen tan al pie de la letra! Nuestro pensamiento real es que quienes hacen uso de una fuente de agua debería construir igualmente pequeñas retenciones de la misma, preferiblemente en serie sobre la cañada, para inducir a la percolación de la misma hacia los lados con el fin de incrementar la retención de agua y la liberación de la misma cuando mermen las quebradas.

La gente debe construir trinchos, jagüeyes y demás retenciones que favorezcan el incremento del recurso agua, además de los bosques --que de paso son ineficientes para la renteción de agua, así nuestros sabios se empeñen en sostenerlo. No somos enemigos de los bosques, pero no son tan eficientes para dicha tarea. Los superan los micro bosques o los rastrojos. Sólo que hay que saber organizarlos para dicha función.

La experiencia de muchas partes nos señalan que cuando se construyen represas sobre los cauces, en serie, y que cuando se construyen retenciones de aguas lluvias o jagüeyes, mejora la disponibilidad de agua y el bienestar social de las comunidades.

De tal manera, para esta emergencia social y ambiental, la CDMB, más que preocuparse por reglamentar y cobrar por permisos debería tener un GEAA positivo. (Grupo Élite Ámbiental de Asesoría, no la policía que tienen ahora para castigar a los productores.) Que colabore, junto con las autoridades municipales y departamentales, con las orientaciones para que los campesinos construyan todas las retenciones de agua que sean necesarias para incrementar los flujos acuíferos y tener la disponibilidad necesaria para su consumo y actividad agropecuaria.


Por lo pronto, en lo único en lo que han sido prestos es a acudir a impedir que la gente haga las retenciones de agua o construyan los jagüeyes, sin importarles las consecuencias para los cultivos. Y de paso, para los ingresos de los campesinos, el salario de los trabajadores, etc. El tal GEA (Grupo Eficiente de Asalto, debería llamarse), cuando se trata de resolver quejas de las comunidades sobre la contaminación de las aguas que los usuarios toman para el consumo adoptan las medidas dependiendo de quien contamina: si es un poderoso, agachan mansamente la cabeza y todo queda en el papeleo. De ahí las protestas de los campesinos, como en el caso de El Salado, La Aguada y otras de Lebrija.

Se requiere una renovación de política y de criterios. Que la CDMB entienda la gravedad del momento y adopte medidas para preservar la vida, no para mantener una élite de burócratas que se lucran de las tasas ambientales que cobran por el acceso al agua y otras funciones. Que sean coherentes en las políticas, pues no se entiende cómo permiten que los terratenientes tumben bosques y rastrojos para sembrar palma africana, pero persiguen a quienes comercian la madera que los "palmicultores" tumban.

Esperamos que no sea demasiado tarde. Menos en Lebrija, donde se avecina una gran crisis agrícola y de acceso al agua para el consumo humano. En Lebrija se podría retener mucha agua lluvia. El potencial es elevado. Pero urge un cambio de mentalidad en la CDMB. Y en los campesinos.

Caricatura tomada de Blog de Colirio, El Espectador, ¿El fin del mundo en el 2012?

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